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domingo, 23 de noviembre de 2014

Sé que la weá se pasa, pero el tiempo se me hace eterno, casi tan insoportable como la carencia o el hambre, a ratos el cuello reclama una soga o la sangre quiere reventar y escapar por las venas... ojalá su presencia real se intercambiara con la onírica
malditos los caprichos que se comen la voluntad y se llevan todo, menos la realidad patente.

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